El complejo de las Huaringas, que consta de 14 lagunas sagradas en la provincia montañosa peruana de Huancabamba en Piura, es conocido por su antigua tradición de curación mística y chamanismo. Se dice que la práctica se remonta a antes de la colonización española y se puede encontrar en otras partes de Perú y otros países con historias de civilizaciones antiguas. Pero lo que distingue a los curanderos de las Huaringas es que el paisaje natural desempeña un papel esencial en sus rituales de curación.
El acceso a las montañas se vuelve difícil durante la temporada de lluvias, por lo que la mayoría de las personas viajan aquí en los meses más secos entre mayo y noviembre. Durante este tiempo, los 96 chamanes en el área reciben alrededor de 100 a 300 visitas al día de personas de todo Perú y países vecinos. El curandero Joaquín Chasquero Zurita, de 60 años, se encuentra con su aprendiz Feliciano Huaman. Joaquín tiene otros curanderos en la familia, incluido su sobrino, Luis, de 30 años, quien descubrió su don de curación cuando comenzó a tener sueños premonitorios a los 10 años. Se cree que la habilidad se transmitió de su abuelo y bisabuelo.
Los curanderos son buscados por personas que luchan con condiciones incurables, quienes vienen para una mesada (ceremonia de curación). Leonardo Chiroque Chávez, de 65 años, estuvo enfermo durante ocho meses antes de llegar a las Huaringas. Tenía dolores en el cuerpo, dolor de pies y dificultad para caminar, y los médicos le recetaron pastillas. Las pastillas perdieron su eficacia después de un tiempo y cuando no se encontró otra solución, su familia decidió recurrir a los curanderos. Chávez se reunió con Luis Zurita, quien identificó su condición como causada por brujos de malas intenciones. Después de realizar los rituales de curación y tomar hierbas medicinales durante cuatro meses, Chávez afirma sentirse más animado y fuerte y caminar con más facilidad.
La ceremonia comienza a las 10 pm y dura hasta las 6 am del día siguiente. Los pacientes son llevados primero a un altar cubierto de imágenes de Jesucristo y la Virgen María, espadas de acero y madera para alejar a los espíritus malignos y fotos de familiares fallecidos dejados por pacientes anteriores. Esparcidas por todas partes hay flores, cruces, calaveras y piedras sagradas para absorber la energía negativa. Los chamanes usan el altar para invocar bendiciones de espíritus benevolentes, santos y antepasados fallecidos. Luego, se les indica a los pacientes que beban el jugo del cactus San Pedro para inducir visiones. Esta etapa inicial del ritual se llama la “permitividad” y pretende formar un puente entre la mente consciente y la subconsciente, así como conectar a los pacientes con los espíritus y la naturaleza.
El siguiente paso es la llamada zingada, que consiste en verter una mezcla de tabaco y agua caliente por la fosa nasal izquierda del paciente para dispersar cualquier negatividad, y luego por la fosa nasal derecha para traer positividad. La práctica puede causar vómitos, pero se alienta ya que se cree que limpia a fondo las impurezas. Después de la zingada viene la purificación. El sanador agita una espada sobre el paciente para limpiarlo de los malos espíritus y lo rocía con colonia barata para protegerlo de futuras fuerzas malévolas. Guiados por el chamán, los pacientes purificados rezan durante horas antes de tomar un descanso para descansar antes de la segunda mitad del ritual.
Luis Zurita guía a Ricardo Umberto Bernales, de 73 años, a través de su tratamiento místico. Usando una piedra supuestamente tallada por sanadores incas, Bernales absorbe la energía negativa de su cuerpo. El paciente llegó con piernas temblorosas que afectaban su capacidad para caminar, y Luis cree que padecía una enfermedad rara. Después de su tratamiento, Bernales afirmó poder caminar con poca dificultad.
La segunda mitad del ritual comienza con un viaje a las 14 lagunas sagradas ubicadas en la cima de las montañas para un baño de curación. Las más visitadas son la Shimbe, o laguna blanca, que los sanadores dicen que trae energía positiva, y la Negra, o laguna negra, que descarga energía negativa. La Laguna Negra es considerada altamente sagrada y es la favorita de los sanadores por su capacidad para alejar la energía negativa, pero el acceso a ella es difícil. Se encuentra a dos horas en automóvil desde la ciudad de Huancabamba y luego una hora más a caballo.
Situadas a casi 4.000 metros sobre el nivel del mar, las frías aguas de la Laguna Negra generalmente oscilan entre 5°C y 7°C. La mayor parte del tiempo, las temperaturas heladas evitan un empapamiento completo, pero los pacientes se sumergen varias veces para absorber sus poderes sagrados.
Los curanderos deciden cuántos baldes de agua verter sobre las cabezas de los pacientes, quienes luego se sumergen en el lago la misma cantidad de veces. En este paso, llamado ‘floración’, el chamán maestro es asistido por un aprendiz, ya que a menudo hay más pacientes que curanderos.
Joaquín Chasquero Zurita invoca a las almas de sus antepasados después de que su paciente ha bañado en la Laguna Negra. Después del baño sagrado, los curanderos agitan un puñal o una espada alrededor del cuerpo de los pacientes para limpiarlos de cualquier mal persistente. Las personas a menudo dejan objetos personales como ropa o joyas cerca de la orilla de la laguna como forma de pago por las bendiciones recibidas. Los residentes locales creen que esos objetos contienen la mala suerte de aquellos que han sido purificados, por lo que no se acercan a ellos.
Después de que el ritual ha terminado, el chamán Marino Aponte, uno de los curanderos más reconocidos de Huancabamba, expresa su gratitud a la Laguna Negra por prestar sus poderes a las personas. Los curanderos, que han guiado a los pacientes a través de este proceso largo y a menudo agotador, creen que su trabajo es benévolo y que su deber es simplemente alejar el mal creado por hechiceros con poderes similares pero intenciones malévolas.